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Sin miedo a las Farc

María Yazmín es madre, esposa y comerciante. Estuvo en la guerrilla, se les escapó y ahora no tiene miedo de vivir en Caquetá, tierra en la que las Farc ha dominado. Por Konstantin Schönfelder y Óscar Felipe Agudelo

Caquetá, un departamento al sur oriente colombiano repleto de montañas, selva y ríos ha sido durante años un territorio que le ha servido de bastión a las Farc. Una parte del departamento fue despejado por el gobierno colombiano en 1998 para negociar la paz con la guerrilla. En septiembre de 2016 la organización armada escogió los Llanos del Yarí para realizar su última conferencia como grupo armado.

Ese territorio fue el que eligió María Yazmín Sánchez Ortíz, una ex combatiente de las Farc, para iniciar su proceso de reintegración. No eligió grandes ciudades como Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla o Bucaramanga, con menos presencia de las Farc.

Eligió Caquetá, la tierra en donde nacieron sus dos hijos, esos mismos hijos que dejó en 2009 para engrosar las filas de las Farc. El tiempo no fue caprichoso y se los devolvió.

Se voló de la guerrilla en 2011 y ahora día tras día les ayuda con las tareas, hace el almuerzo y luego se va al negocio que montó con Alcides, su segundo esposo que conoció el mismo año en que se escapó de las Farc e inició el proceso de reintegración a la civilidad.

Marly y Bayron Alejandro, los dos hijos de María Yazmín.

Ante la pregunta sobre si siente temor de haberse volado de las Farc y ahora vivir en un territorio en donde en cualquier momento se encuentra con un  miliciano fariano, María Yazmín responde sin aspavientos. Con la misma firmeza que tuvo cuando se fue para la guerrilla en busca de una mejor situación económica. Con la misma firmeza que tuvo para volarse de la organización armada sabiendo que se jugaba el todo o nada. O salía de la selva o moría en el intento, con esa misma firmeza responde.

“La vida se la da uno mismo. Porque si yo vengo y empiezo a delinquir o a hacer cosas en contra de las Farc, como por ejemplo, irme con un grupo del Ejército y decirles están en tal parte o en tal lado para hacerlos coger, eso le enfurece a las Farc.

Ellos con una persona que se va en contra de ellos, entonces sí le ponen la perseguidora hasta que lo consiguen”, dice.

María Yazmín ya lleva seis años sin miedo. Hace parte de los 58.258 desmovilizados que desde 2002 han dejado uno de los varios grupo armados ilegales que operan en el país, solo de las Farc hay 18.616 desmovilizaciones registradas, lo anterior según cifras de la Agencia Colombiana para la Reintegración, ACR.

Vive en arriendo en una barrio de Florencia, uno de sus objetivos: tener casa propia.

Durante su proceso de reintegración ha trabajado como vendedora, ha sido empleada doméstica y de año en año va a visitar a sus padres a una finca que compraron en 2014 luego de haber sido desplazados del corregimiento de la Unión Peneya en Caquetá, una zona considerada como un baluarte para las Farc. La Unión Peneya fue donde el periodista francés Romeo Langlois filmó como epicentro de combates entre el Ejército y este grupo armado.

Ha podido reintegrarse y cuenta que para ello tuvo que ponerle la cara a sus antiguos jefes, los farianos, unos meses después de haber escapado de la organización guerrillera. Recuerda su encuentro cara a cara con un miliciano de la organización a quien encontró por casualidad en las calles del centro de Florencia. Él le preguntó que si no tenía miedo de haberse escapado y ahora andar normal por las calles. De inmediato María Yazmín le respondió que no porque no había venido a delinquir, ni a sapear a nadie, ni hacerle daño a nadie.

El miliciano se quedó pensando en las palabras de María Yazmín y mientras meditaba ella continuó. Le dijo que no se iba a esconder ni a huir porque no iba a hacer nada malo.

Finalmente el miliciano exclamó: “Está bien china, entonces trabaje juiciosa y luche por sus hijos. Yo confío en usted”.

Ya las botas están arrumadas. Las largas caminatas como guerrillera se acabaron.

A María Yazmín no le interesa recordar su pasado. Solo le importa culminar su proceso de reintegración, un proceso que actualmente hacen 15.374 personas más y que ya han culminado con éxito 14.697 más, según la ACR. El mismo proceso de reincorporación que se espera hagan los guerrilleros con la firma del acuerdo de paz. Añora tener un local más grande del que tiene y ser una gran comerciante.

Con la compra venta le alcanza para sostener su hogar y día tras día compran más artículos para poder venderlos más adelante, “nos ha ido bien con el local”, explica.

“Se trata de un negocio de paciencia, hay algunos días en que no se vende nada y hay otros en el que en un solo día se puede hacer lo de un mes. En diciembre las ventas no son tan buenas porque la gente prefiere comprar cosas nuevas”, sostiene.

La familia de esta mujer ama de casa siempre tiene una historia para narrar sobre el conflicto. Su hermano fue guerrillero y luego lo mataron, sus padres son desplazados por las Farc, su suegra fue asesinada por la organización guerrillera y varios de sus seis hermanos vivos se escaparon de haber sido reclutados por la organización guerrillera.

María Yazmín y su familia, a todos los ha tocado la guerra

Miguel Sánchez, su padre. 68 años. Nació en la Unión Peneya, el mismo lugar de donde fue desplazado. Abandonó su finca de 215 hectáreas y ahora vive más cerca de Florencia, a solo dos horas de la capital. Su nueva finca parece ser más segura, más alejada del conflicto. No importa que todos los días se escuchen los disparos de entrenamiento del batallón militar Larandia. Cuenta que las Farc le propuso que se uniera a la organización pero que él se negó. Su anterior finca ya la da por perdida. Resistió por años pero al final cedió y terminó saliendo de su tierra.
María Nelly Ortiz, su madre. 53 años. Es difícil no verla reír. Por años fue la que más le insistió a su marido de salir de la Unión Peneya, el fortín que no solo le dio refugio a las Farc sino en donde la organización acumuló ganado y cultivos de coca. Cuenta ella, que un día vinieron por sus hijos, que ella los bravió y les dijo que primero tenían que cortarle la cabeza, dice que en ese momento ya llevaban 12 menores de edad reclutados a la fuerza. Las madres de aquellos menores de edad vieron que ella logró salvar a sus hijos y entonces fueron a rescatar los suyos.
Alcides León, su compañero, le dicen “Chile”. 35 años. Conoció a Mary Jazmín en 2011, el mismo año en que ella se reintegró. En un momento de su vida dijo que odiaba a las Farc y que no quería tener relación alguna con ésta. Su madre fue asesinada por ese grupo armado cuando él era un menor de edad. Perdonó a María Yazmín y sostiene que eso es cosa del pasado. En compañía de ella tiene un negocio de compra venta de artículos de segunda. Él es quien principalmente administra el local. También le ayuda a María Yazmín con Marly y Bayron, los hijos de su anterior compañero.
Albeiro Sánchez Ortíz, su hermano favorito. Murió de 23 años. Estuvo en las Farc, se escapó y después hizo parte del Ejército Nacional. Murió en 2004 a manos del Gaula, lo enterraron como un N.N. Su retrato es la única foto que tiene María Yazmín en la sala de su casa.
Jaider Sánchez, su hermano. 27 años.También fue seducido para entrar en las Farc pero siempre se negó. “El que no es para eso no es para eso”, explica. Cuando hay la oportunidad, trabaja como obrero de construcción en Florencia, Caquetá. Fue criado en la Unión Peneya pero salió de allá. Cuando puede le ayuda a sus padres en la nueva finca que tienen cerca a Florencia. Tiene seis becerros en la finca de sus padres los cuales cuida con constancia.